Tanned Tin 2008: Crónica
Miércoles
TG aka Arms ofreció un concierto acústico, reposado y sin sobresaltos del que quizás destacaría sus letras, peculiares e inteligentes. Dio imagen de buen tipo.
Una de mis mayores apuestas del festival eran sin duda Fern Knight. Ataviados con arpa, violín, bajo, guitarras acústica y eléctrica, cello, batería, percusiones y pintas hippies, supieron reproducir con fidelidad la instrumentación y la atmósfera de sus grabaciones, que cuando la materia prima es buena es de lo que fundamentalmente se trata. Si mal no lo recuerdo, tocaron 2 temas nuevos, que incluirán en un lanzamiento sólo en vinilo el año próximo, y cerraron con una brillantísima y escalofriante versión del 'Epitaph" de King Crimson, donde la voz de Maggie (si TG era buena gente, ella era feliz) sonó más celestial que nunca
El sorpresón llegó con La Orquesta del Caballo Ganador, algo así como una puesta al día a 18 manos del free, en principio jazz pero también apellidado rock, punk y muchas cosas más, tanto en sus no-formas como en una aplastante y exquisita ejecución. ¿Qué hay de nuevo? Pues DJ, portátil, botones y potenciómetros, esquejes bastardos de sonidos más hedonistas, aprovechamiento vocal variado en el que cualquier cosa sirve y, ojo, todo encaja, y la presencia de un director de orquesta (se admiten opiniones, yo levanto el pulgar) y la participación del público (obviable) como muestras más chocantes de la falta de prejuicios y la intención de restar seriedad a un género que aparentemente lo es, además de sesudo. En algún momento, a mi juicio, deslavazado, pero en general frescos, inspirados y brillantes. Chapeau.
Jueves
El fuego la noche del jueves lo abrió Jana Hunter, impriendo fuerza a sus canciones folk en formato trío. Al igual que en estudio, unos temas me gustaron y otros me aburrieron - todos están pulcramente construidos y ejecutados, pero más de la mitad carecen, al menos para mí, de gancho alguno
El paupérrimo concierto que presencié hace unos años de The Strugglers en Huelva lo achaqué a un mal día. También, a que todo parece más anodino al lado de Maquiladora. Las dudas se disiparon en Tanned Tin: su sonido campestre, ni decididamente americano ni desinteresadamente pop, se queda en medio de la nada con apuntes aprovechables apenas imperceptibles. Siempre a mi juicio, la indefinición los mata. No me gustan.
Quienes sí apuestan claramente por un estilo, en este caso por el pop, son Radar Bros. Sorpresa positiva del día. Manejan con frescura y personalidad los cánones del género: juegos de voces, letras interesantes, y melodías perfectas y estribillos redondos (me traen a la cabeza el buen hacer del neoyorquino Dogbowl) que saben comunicar y enganchar. Y lo consiguen una y otra vez.
Uno de los aciertos más voluminosos, a priori, de la organización fue conseguir traer a Castellón a Beach House. Y ellos no defraudaron las expectativas: sonido apabullante, traslación per-fec-ta de su sonido a las tablas, con un guitarrista inconmensurable, y un repertorio sin tacha de acceso exclusivo a canciones fabulosas. El pequeño pero agridulce: o la extravagante Victoria Legrand estuvo la noche anterior de tabernas, o su productor le aplica en estudio un filtro feminizante que convierte su voz poderosa y ronca en un dulce susurro. Qué sensación más rara: como cambiar de idioma a mitad de una serie.
Desconcertante fue el comienzo brioso y rocanrolero de Cass McCombs. Luego ofrecería pasajes más sutiles, siempre distinto, siempre elegante, alternando hasta el final ambas facetas en una actuación correcta pero demasiado distante como para poder entusiasmarme
Vi a Wave Pictures hace un tiempo en Cádiz y me parecieron buenos intérpretes sin canciones. Luego, su popularidad y aceptación se dispararon en mi mundo conocido, y contemple una falta de atención adecuada, o de predisposición durante la espera a los cabezas de cartel aquel día, como posibles motivos de mi disidencia. Pero ahora sí: el grupo me parece unos Hefner v 2.0. Las ventajas de la nueva versión reside en la pericia de los músicos, que dominan sus instrumentos como no lo hacían Hayman y cía, y una mezcla de esto y su juventud, un mayor potencia. Pero, además de en el revival, se pasan tres pueblos en el calcado: guitarras, estructuras, letras, cockney muy marcado ... todo excepto lo no copiable: la chispa, el talento, en definitiva, las canciones.
El señor Alan Sparhawk salió a dejar muchas cosas claras. La primera, que Retribution Gospel Choir no son un divertimento secundario al margen de Low. Lo certifican una entrega al 200%, un meticuloso trabajo previo de adaptación de lo grabado al escenario, e incluso el diseño de un certero salvavidas dronero (!) a usar en caso de revés técnico. Poniendo las cosas en su sitio, el grupo además dejó en excelente lugar un buen repertorio, sonando igual de contundente que impecable, y accedió a niveles superiores con unas borrascas instrumentales finales absolutamente titánicas.
La puesta en escena de Mahjongg se sujeta firmemente por baterías y percusión, y se define, de forma muy ecléctica, a partir de la electrónica. El resultado es muy irregular, sobresaliente sólo en una de sus dos caras: la normalmente acuchillada por guitarra eléctrica y en la que el grupo hace suya la influencia post-punk. En la otra se enfangan en un mejunje de sonidos exuberantes, y ni la intención de fiesta ni su carácter urgente los hacen distinguibles entre el amasijo de grupos a rebufo de Gang Gang Dance, Battles, o los que han tenido mayor camada, Animal Collective.
Viernes
Mañana
La enésima en la frente, a las primeras de cambio. Especialidad Tanned Tin -bombazos imprevistos-, ramificación Casino. Con David Thomas Broughton y Arborea como máximos exponentes de las ediciones anteriores, la agenda de lo memorable con el desayuno en el estómago ya tiene una nueva entrada: Paul Marshall, o lo que es lo mismo, emoción a partir de unas líneas de guitarra que evocan a James Blackshaw y a Nick Drake, e historias sobre sangre, asesinatos y caballos (no exclusivamente sobre ellos) que se articulan con una voz clara y limpia. Sus dotes líricas lo elevan a la categoría de maestro. Sublime.
Si alguna vez se ha desviado, se debería devolver la mirada a las Islas Británicas. Una razón a sumar a la anterior es Rick Tomlinson, conocido artísticamente como Voice of the Seven Woods. Atenúen las referencias mencionadas en el párrafo de arriba y añadan algo de electricidad y psicodelia, piensen en un talento superlativo del folk progresivo. Su actuación fue otra barbaridad. Artistazo
The R.G. Morrison cambiaron de tercio. El suyo es un pop americano muy apacible y bonito, llamativo en el contrapunto de voces masculina / femenina, que se muestra fenomenal en la toma de contacto, agradable en las dosis inmediatamente posteriores, y plano y un pelín aburrido si las hay sucesivas. Se hizo largo.
Noche
Ora Cogan hace un folk bastante peculiar, que no extraño. Se mueve entre géneros que la influencian pero no la definen por sí mismos: americana, blues, soul, ... regustos añejos abriéndose paso por su garganta. Sin llegar a entusiasmarme, su concierto se me hizo corto
Thalia Zedek defendió a la perfección su repertorio. El mismo que cada vez me gusta menos, el que se presenta ya absolutamente marcado por los surcos de viola. En su ejecución, encontré la voz un poco baja. Igual de correcto que lejos de llegarme.
Una vez establecido en Castellón, Tanned Tin no ha dejado de expandirse. Empezó por los extremos, inventando primero y luego engordando las jornadas de miércoles y domingo; después alargó el día con unas sesiones matinales soberbias artísticamente y encantadoras en cuanto a contexto y ambiente; y la última de estos melómanos incansables ha sido incrementar la resolución de las noches de viernes y sábado en el Teatre con unos mini-conciertos acústicos en un rincón habilitado en la segunda planta. El resultado, por calidad y el plus de cercanía que aporta, es simplemente genial. Además de Arms, a quien no tuve tiempo de ver, estrenaron el formato Paul Marshall, en una pequeña dosis calmante ante su exhibición horas antes, y David Thomas Broughton, que interpretó 'Weight of my love' y 'Another hole', sin pedales ni cacharros, dejado a solas con sus virtudes - vaya voz ...
De nuevo abajo abajo, Zu no tardaron un segundo en poner la maquinaria a tope. Batería, saxo y bajo a todo trapo, haciendo uso de una potencia y velocidad terminales, y con el últimamente omnipresente Massimo Pupillo desdoblando su instrumento para enriquecer la paleta general de sonidos. Nítidos como la luz clara que los acompañaba. Implacables. Versátiles dentro del género. Grandes.
Vaya por delante que las grabaciones de Dälek dejaron de gustarme tras "Absence", en 2004, pero eso no justifica la enorme decepción ante un directo deficiente, lastrado sin duda por la puesta en escena del trío. Y es que si desplumas de matices tu sonido, limitándolo a un fondo ruidoso y unos graves profundos y dispersos; el MC, al que así queda fiado todo, no es precisamente el rey del flow; y encima fallas en la recreación de las oscuras atmósferas que te caracterizan, apaga y vámonos. Como resultado quedan unos temas indistinguibles y cansinos, quizás poco trabajados en lo musical o bien ahogados en el propio concepto de directo del grupo
Sirvan Neptune como caso antagónico de la actuación anterior. Empiezan exhibiendo su impactante cacharrería casera, luego van y dicen que también saben tocar fuerte y rápido, se adentran por extraños recovecos, manufacturan las mejores aristas del mercado y finalmente barren mi temor a la uniformidad con un espectáculo completísimo, sui generis dentro del rock, el punk, el noise o lo que quiera que hagan. Sesudos a la vez que instintivos, complejos al mismo tiempo que primarios. Tres de la mañana del viernes, mucho y excelente contemplado, y esta gente me ha parecido mejor que nadie.
Sábado
Mañana
Casino Antiguo a reventar en la mañana del sábado. Mary Hampton, inglesa del sur, delgada, muy blanca, con coletas y de ojos claros, hipnotiza e impone silencio con un folk que remite al de sus compatriotas hace unas décadas, delicado y turbador a partes iguales, y una voz aguda pero suave. Resaltar dos momentos de su actuación: el tema en el que pidió al público que moviera aleatoriamente sus llaves, que dividió al mundo en simples mortales amateurs y en David Thomas Broughton, un profesional capaz de añadir un contrarritmo chocando su llave con un vaso, y la despedida con 'Because you're young', una escalofriante reflexión sobre los efectos del paso de la juventud. Maravillosa.
Si algo no se le puede reprochar a Benjamin Wetherill es originalidad. Pero ni la excéntrica presencia de su grupo, ni la variada instrumentación, ni los extraños arreglos que hacen que su folk-pop requiera de la máxima atención, consiguieron llegarme e introducirme en su universo.
Tara Jane O'Neil se las sabe todas. A la guitarra, a la voz -absolutamente exquisita, qué suavidad-, a los comentarios para ganarse al público, y a la hora de reclutar banda: Michael Curry a la viola y Frank Rudow a la batería. Su repertorio, claro está, puso el resto, esta vez basado en sus temas más agradables y adictivos (fue difícil luego dejar de silbar la conmovedora 'Howl'). Es grande.
Noche
Sam Amidon, el artista más aclamado por sus compañeros de cartel, llegó a enojarme durante la primera parte de su actuación. Desbocado, abusó de un circo sonrojante que sólo toleraría al lado de un espectáculo musical muy superior. No estaba siendo el caso. Aunque sí que lo fue luego, cuando más calmado se dedicó a trenzar maravillas de folk americano, una tras otra, recogidas y resplandencientes. Sobrado de talento, pero falto de cabeza.
Me esperaba a Sr. Chinarro con banda y tocando únicamente temas de sus primeros discos. Y ni una cosa ni la otra. Él con una acústica y echando mano de repertorio de cualquier época, basándose principalmente, eso sí, en material antiguo. El resultado, demoledor, el ejemplo incontestable de que lo que realmente importa es la materia prima. Sin arreglos, con acordes de algunas canciones muy parecidos entre sí, Antonio Luque embelesó con sus letras sofisticadas (algunas surrealistas, otras cargadas de guasa y todas inteligentes), sus melodías marca de la casa, cantando como nunca y defendiendo a pecho descubierto temas espléndidos como 'Scalextric B-12', 'Quiromántico', 'Dos besugos' 'Los carteles' o 'Santateresa". Con varias experiencias de su directo en formato banda, ya sea sobrio (peor) o no, jamás me lo hubiera imaginado alcanzando este nivel. Majestuoso.
El sonido de Doveman me parece de lo más insulso. Piezas soft-pop al piano que bien podrían servir de banda sonora a los telefilmes de sobremesa de Antena 3. Ni Samamidon ni David Thomas Broughton evitaron el naufragio. No va conmigo.
Lo de Come fue algo histórico, y no sólo por el vacío absoluto de su calendario de bolos. Con el repertorio ceñido, como no podía ser de otra forma, a hitos de los '90 como 'Saints Around My Neck', 'German song', o 'Recidivist', y logrando una reproducción fiel de la forma de su corazón y vísceras, en una ejecución perfecta, entregada y pasional, más que para intentar explicar ahora nada, aquello fue para frotarse los ojos.
Phil Elverum, encarnado en Mount Eerie, no tenía fácil destacar emparedado entre los dos platos fuertes del sábado. A diferencia de su actuación en el Primavera Sound aquí se presentó sólo con las bajas en último momento de Fred Squire y Julie Doiron. No importó para nada. Sólo, fumado y desubicado (no era la mejor hora para su propuesta) demostró porque es especial. Con sus titubeos, sus dudas y su manera de moverse sobre el escenario todavía dota de más fuerza y credibilidad a las personales miniaturas de folk cargadas de realidad y humanidad que lo han hecho ser grande. Lástima que no todo el mundo lo sepa aún.
The New Year no me gustaron por una cuestión de sonido. Por encontrarlos planos, perfectamente redondos, como envueltos en una gran esfera de plástico. Tampoco ayuda que tiraran de su mediocre material más reciente. Desprovistos de rincones pero también, a mi juicio, encogiendo la emoción de sus páramos de calma, eliminando, quién sabe cómo, la chispa de su pausa. Inútil fue intentar recuperarlas a base de volumen o acumulando guitarras. Asépticos.
Brokaw, Zedek y cía aparte, los grandes momentos del día sucedieron en la segunda planta. Primero fue la encantadora improvisación folk, bluesy y americana de Ora Cogan y Tara Jane O'Neil (cuya voz acaricia y desarma en distancias tan cortas), finalizada con una versión del 'Believe' de Cher; acabaron The Floorbirds, en un aperitivo de lo que ofrecerían unas veinte horas más tarde; y entre medias fue el turno de Barzin. Llegué a tiempo -no sé si habían tocado algo más antes- de escuchar una deliciosa versión de 'Dance me to the end of love', tocada a banjo, guitarra y contrabajo y elegamente anclada en las raíces norteamericanas, y tras ella el músico titular se inhibió y dejó solos en el escenario a sus dos compañeros. El contrabajo siguió a lo suyo, mientras que Nick Zubeck tomó la acústica y el mando. ¡Y menuda exhibición de talento que dio! Dos temas desnudos, 'Track and Field' y 'Tip of my tongue', bastaron para hacer saltar todas las alarmas ante una joya escondida. Una posterior escucha de su disco, más arreglado, lo confirma. Grandioso.
Dando por seguro, como los bebés el alimento y el cariño, el gustazo de las sesiones matinales, estos mini-conciertos acústicos de la segunda planta han sido la gran revelación del festival. Bendito estrés escaleras arriba, escaleras abajo.
Domingo
El domingo se respira un ambiente especial en Tanned Tin. Más desahogado, mucho más tranquilo, con lugar para el silencio. También merece la pena disfrutarlo.
Las danesas Monkey Cup Dress abrieron la tarde con una actuación intrascendente, a pesar de lo singular de sus arreglos y de sus composiciones folk-pop. Sin embargo, la pareja final de temas, brillante y con 'Honolulu' en papel estelar, bien podría indicar que lo que falta no es talento, sino mayor repertorio
El directo de Agent Ribbons tiene mucho más contenido. Una frontwoman más que solvente a la guitarra y voz, con fuerza en el escenario y un florero sobre la cabeza, con presencia, y otra chica a la batería fueron poco a poco introduciéndonos en su mundo 50's de punk blues desenfadado y certero, de buenas melodías y ritmos bulliciosos. Increíblemente bien defendido con tan poco personal. Muy aconsejables
June Panic se quedó muy corto, quizás demasiado sólo con su guitarra acústica, su entonación nasal y su mujer al xilófono. Un quiero y no puedo que abre dudas sobre el resultado si hubiera podido
A continuación, los americanísimos The Floorbirds aprovecharon su plaza en el Teatre, ganada a pulso el año pasado con su actuación en el Casino, para desgranar grandes temas tradicionales del folk y algunos de su puño y letra. Impresionante la voz de diva country de Alyssa, y agradable y cálida la textura de la de Daniel. Muy bonito.
Lo de Nacho Vegas, el esperado, el que provocó que entrara gente al final de la actuación anterior a coger sitio, es de vergüenza. Canta de manera excesivamente entrecortada, sus letras son pretenciosas, de un costumbrismo pésimamente entendido y con algunas de las rimas más sonrojantes jamas escuchadas, y excepto la línea de guitarra inicial, musicalmente está hueco. A mitad de la estrofa del tercer tema me di cuenta de que sonaba igual a la de 'Cuando tú vas' de Chenoa -no sé quién la compondría antes-. Una canción después decidí poner fin al suplicio y abandoné el patio de butacas. Horroroso.
A continuación, Munch Munch, un puñado de chavales sobre el escenario cazados por el festival Dios sabe cómo, hicieron saltar la banca. Suenan como si Animal Collective hubiera tomado otra senda en la galaxia del pop y se hubieran decantado por los murales de teclados antes que por el puntillismo de efectos y la acumulación de capas. También incluyen, y se intercambian, doble y potente batería, xilófono y presencia vocal. Imprevisibles, dotados de genio y olfato, consiguen el más difícil todavía sorteando hábilmente la monotonía casi inherente a este tipo de riesgos. Excelentes, sin duda
El dúo Mom se quedó sin samples en un vuelo, cosa que no pararon de recordar durante toda la actuación, e improvisaron un set en el que se rotaron a la guitarra y el chelo además de meter alguna que otra base electrónica. Al principio se los veía perdidos, dando palos de ciego, y luego, cuando se encontraron, dieron forma a un repertorio cursi e insípido
El cierre de Tanned Tin 2008 lo echaron Jeniferever, unos suecos que hacen algo parecido a lo que sucedería si Robert Smith (The Cure) liderara una banda de post-rock. En su haber, la consecución de atmósfera, jugando un papel primordial en esto los teclados; y en el debe, un exceso de épica descontextualizada y lo cansino de su fórmula. Si bien acabaríamos antes diciendo que su propuesta me parece infumable.
Atrás quedan 5 días de sonido excelente, comodidad, cercanía de los artistas y la organización y propuestas musicales eclécticas y de calidad, siempre apuntando a la emoción. Inolvidable. Larga vida a Tanned Tin.
Texto: Jose Antonio Vázquez.
Fotos: Lefty Heärt, Sprungli.