INDIE ROCK/EXPERIMENTAL Tras la publicación de
The Great Destroyer (
Sub Pop, 2005) y en los meses que vendrían a continuación, el título del septimo disco de Low parecía adquirir significado. El disco rompía con el sonido de la banda (o lo que se entiende por éste) y los hacía más accesibles, más alegres. Además, los traumas no acabaron ahí, la gira posterior tuvo que ser suspendida a causa de los problemas mentales de
Alan Sparhawk (voz, guitarra) y a los pocos meses
Zak Sally (bajo) abandonó la banda.
Así que, tras la destrucción, el trío de Duluth -a Alan y su mujer
Mimi Parker (voz, percusión) se ha unido
Matt Livingston (bajo y compañero de Alan en
Retribution Gospel Choir)- nos entrega un trabajo de reconstrucción. Y es que eso es lo que es este
Drums And Guns; un nuevo comienzo, desde cero. A mediados de los 90 ralentizaron al máximo el sonido para convertirse en máximos exponentes de la escena
slowcore, detrás de esta ralentización había una actitud rompedora que logró dar forma a una nueva manera de entender el rock. Esa inquietud los ha perseguido durante toda su carrera, sin un paso en falso, abiertos a todo tipo de propuestas. Este disco no podía ser menos y, con la colaboración de
Dave Fridmann a la producción, entregan doce temas con las costuras abiertas, casi desnudos, en el que es su disco más minimalista y experimental, se podría decir que es casi más electrónico que rock. La guitarra desaparece casi por completo y las canciones son vestidas con miniaturas electrónicas, loops, samples de cuerdas, algún teclado y poco más.
El disco, que trata acerca del asesinato, la muerte y obsesiones similares, se fue configurando a partir de canciones antiguas sin editar, de proyectos paralelos y de algún clásico de sus actuaciones en vivo a los que decidieron dar una nueva vida. Así el albúm se abre con
Pretty People y lo primero que oimos es: "
All the soldiers, they’re all gonna die, all the little babies, they’re all gonna die", se acabo la alegría, sólo quedan cenizas, el disco es el reflejo de un mundo sin esperanza, sin sentido. En
Belarus -rescate de las sesiones de
Trust (
Kranky, 2002)- nos encontramos con una pieza a dúo entre Alan y Mimi acompañados de un ritmo de campanas, ecos de guitarra y cuerdas casi inapreciables que suenan más a
Piana que a Low.
Breaker es uno de los temas de Retribution Gospel Choir que han adaptado para la ocasioón, dónde los lamentos de Alan se acompañan tan sólo de palmas, un órgano moribundo y algún guitarrazo. No necesitan más para hacer una gran canción, cómo han ido demostrando con el tiempo, cualquier envoltorio les sienta bien a sus composiciones.
Dragonfly es un clásico de sus directos, un tema que es marca de la casa: una melodía al ralentí y esas dos voces jugando a encontrarse te desarman por completo.
Sandinista pone nombre al sinsentido del que antes hablabamos en el tema más oscuro y opresivo del disco que da paso al bajo desenfadado y a los ritmos de
Always Fade más propios de unos desatados
Yo La Tengo. La segunda mitad del disco también está repleta de nuevas texturas en el universo de los americanos,
Dust on the Window da paso a la juguetona
Hatchet (también de RGC) y a partir de ahí el disco vuelve a subir al ritmo clásico de la épica al ralentí al que nos tenían acostumbrados:
Your Poison es el tema más corto y el más Low de la docena, el encadenado final de
Take Your Time, In Silence y sobre todo la inmensa
Murderer -que ya había sido editada en formato 10" en edición limitada antes de
The Great Destroyer- dónde Alan apunta a lo más alto en sus dudas, en su cuestionamiento de todo lo que lo rodea en este mundo extraño, es la cima de un disco que nos devuelve a unos Low diferentes, con nueva formación, con nuevo uniforme, pero con la misma capacidad para crear música emocionante. Algo que muy pocos pueden lograr.
MP3: BreakerVideo: Breaker